al más grande
Desde niña me gustó el fútbol y crecí siguiendo una camiseta a rayas negras y amarillas, con una historia de muchos campeonatos ganados, lo seguía con tanta pasión y tanta fuerza que aún recuerdo las tardes que junto a mi padre nos sentábamos a oír los relatos de Víctor Hugo Morales. Los clásicos con estadio lleno, la locura y la pasión, el desborde de alegría, el silencio y las lágrimas combinadas a veces con la resignación…Todo por una pelota y veintidós jugadores…pero, qué lindos recuerdos, me trae hoy. Aprendí a compartir, ver las ventajas de un juego en equipo, y a seguir incondicionalmente al cuadro de mis amores… Pasando el tiempo, los estudios, las ocupaciones, los hijos y el desconcierto de que algún contratista se adueñe del fútbol de un pequeño país lleno de buenos jugadores, y lo convierta de una pasión a un negocio para pocos, fueron haciendo de mis tardes de fútbol un desierto. Tanto, que apenas si sé cuando juega el cuadro de mis amores. Pero ayer tuve una alegría